Por: Carolina Alduvín
Son aquellos que sirven por algún tiempo supliendo la falta de una persona, leemos en el diccionario; el Fiscal General y Adjunto, además de impuestos en forma ilegal, no tienen definida su duración. Para dorarnos la píldora, tratarán de impresionar procesando los casos de alto impacto que el anterior fiscalito de juguete puso a dormir en sus gavetas, en lo que será justicia selectiva y demagógica. Mientras sus nombramientos derivan de reiteradas violaciones a la Constitución, dirigidas por el ilegal lacayo vigilado en todo momento por un asesino, sus fechorías no solo quebrantan el Estado de derecho, sino que sus caprichos comprometen toda seguridad jurídica, clima de inversión, arrasa con las fuentes de empleo, nos empantana cada día con mayor fuerza en deudas impagables, en su perverso afán de empobrecernos a todos, para tenernos luego comiendo de su mano. Nada más perverso que su plan para acaparar el país.
El perverso guion que sigue el gobierno nominal de la sumisa, lo va cumpliendo el usurpador al pie de la letra, mientras a los ciudadanos vivimos el suplicio de la ranita al fuego lento, que cuando quiera reaccionar sea demasiado tarde, las marchas de grupos de la sociedad civil organizada son demostraciones de descontento, que no deberían producirles temor, el gobierno mismo ha renunciado a consolidarse, robustecerse, cumplir con las promesas de crear empleo. La pregunta es por qué esa falta de interés y la respuesta puede inferirse: no les importa quedar bien con sus electores, les importa quedar bien con sus amos transnacionales. El imperialismo que siempre proclamaron rechazar, lo siguen como las fieles mascotas sin dignidad que son, de distinto signo, pero súbditos al final de cuentas.
Y como tales pretenden someternos a todos, su inocultable meta es empobrecernos a todos, profesionales independientes en todas las ramas, han manifestado la caída de varias oportunidades de negocio, afectándolos no solo como ejecutores, sino a toda una serie de empleados de todos los niveles que figuran en su planilla y que difícilmente podrán honrar, ya que la inseguridad jurídica que acechaba, ahora es una triste realidad, al imponer funcionarios sin más mérito que ser serviles. El descontento es legítimo y fingen temerle con arbitrariedades desde el poder, coartando la libertad y los derechos de circulación y reunión pacífica de los ciudadanos. Si ni siquiera pretenden quedar bien enchambando legalmente a sus propios parciales, es porque de sus partidas ocultas financian a sus grupos de choque, que el fin de semana fueron superados por el triple de custodios a cargo de su seguridad.
Si les tiene sin cuidado el descenso en picada de sus índices de aceptación es porque definitivamente no están interesados en volver a dar elecciones generales, un indicador que debería preocupar a todos, incluso a los que ignoran que tenemos un sistema de gobierno republicano y democrático, no como pregona la voz de pitoreta como socialismo democrático, invento propio de ignorantes, que ningún profesional serio reconoce por entrañar dos términos contradictorios. Así que la población consciente tiene razón de estar preocupada por el futuro y la misma existencia del país tal como lo conocemos. Que oportunistas y vivales con cola que les pisen, se cuelguen de un auténtico movimiento democrático; sí, tiende a desprestigiarlo, pero no por eso van a frenar las demandas y acciones que en legítima defensa gestione la sociedad civil.
La justicia selectiva que promueve el interino titular espurio del Ministerio Público, cuenta apenas con unas semanas para accionar la revancha que le demandan sus amos, aunque se granjee algunos aplausos que desde ya los tibios le están otorgando, es necesario que nos mantengamos vigilantes de que el tal interinato, en efecto les dure muy poco. Los ciudadanos, los demócratas debemos apoyar a la mayoría parlamentaria y sentar a todos en las mesas de negociaciones hasta que los definitivos se queden ahí por 86 votos como manda nuestra Constitución. Y a continuación, demandar que se persiga a todos los corruptos, a todos los violadores de la Carta Magna y leyes derivadas.
La pelota está en la cancha de la sociedad civil que debe hacer mayores esfuerzos para verdaderamente articularse en demanda del imperio de la ley, lo que derivará en gobernabilidad, inversiones, empleos, soluciones a nuestros inveterados problemas económicos y sociales.
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