Las nuevas cifras sobre feminicidios en Venezuela muestran que el crimen organizado es uno de los principales motores de violencia contra las mujeres, y de estas las más vulnerables son las lideresas comunitarias, las parientes de delincuentes y quienes trabajan en economías ilícitas.
Durante el 2022, la ONG venezolana Utopix registró 236 feminicidios en el país, y 68 feminicidios de mujeres venezolanas en el exterior. Solo cuatro estados, Miranda, Carabobo, Zulia y Bolívar, aportaron cerca de la mitad de los feminicidios registrados en Venezuela.
Aunque la mayoría de los homicidios fueron perpetrados por quienes eran o habían sido parejas de las víctimas, la violencia asociada al crimen organizado es el segundo factor de los feminicidios en Venezuela y el resto de Latinoamérica.
En total, durante 2022, se vincularon 30 homicidios a bandas criminales en el país, concentrados en Miranda, Carabobo, Táchira y Zulia. En Colombia y Perú, donde se registraron la mayoría de feminicidios por fuera del país, al menos cuatro tuvieron conexión directa con el crimen organizado.
Análisis de InSight Crime
Las bandas criminales muchas veces amenazan o agreden a las mujeres por su relación con miembros de bandas rivales o fuerzas de seguridad, de manera que el blanco son parejas o familiares, como una forma de enviar mensajes a sus enemigos.
«Lo que vemos es que el cuerpo de las mujeres termina siendo un botín de guerra entre bandas», señaló Zambrano.
Sin embargo, las mujeres más vulnerables son las que participan en economías ilícitas, pues estas representaron el mayor porcentaje de feminicidios ligados al crimen organizado durante el año.
En el estado de Amazonas, una mujer que trabajaba en un campamente de minería ilegal fue una de las cinco personas muertas en una masacre cerca de la frontera con Brasil, según notas de prensa.
Las venezolanas que trabajan para organizaciones criminales en Colombia también corren un alto riesgo. Una venezolana vinculada al microtráfico fue asesinada en la ciudad de Bucaramanga, y otra más fue abatida por sicarios en Soledad, Atlántico, porque al parecer cobraba extorsiones para el grupo Rastrojos Costeños.
Así mismo, las trabajadoras sexuales son víctimas comunes del crimen organizado.