domingo, septiembre 24, 2023

Los inicios del Imperio Cachiro: del robo de ganado en Colón al tráfico de droga colombiana

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SAN PEDRO SULA.- Devis Leonel Rivera Maradiaga, el nombre que muchos políticos, policías, militares y empresarios de Honduras deben de estar pronunciando por estos días seguido de una maldición.

El Cachiro está cantando, como dicen los memes en las redes sociales. Pero su canto no es ninguna broma y tiene temblando a muchos.

Los más temerosos como el actual ministro de seguridad, el general Julián Pacheco, ya se armaron de abogados en Nueva York. En una corte de esa ciudad se está llevando a cabo el concierto de la historia para Honduras: el testimonio del Cachiro que está salpicando a las más altas esferas del país.

Pero, ¿cómo inicio el imperio de los Cachiro, el cartel que hoy está en boca y mente de todos?

El santo ladrón

Santos Isidro Rivera Cardona.

La historia empieza con una dicotomía: don Santos Isidro Rivera Cardona, el padre de Devis Leonel Rivera Maradiaga y Javier Eriberto Rivera Maradiaga, los dos jefes de los Cachiro.

La familia de Isidro Rivera era de Olancho, pero se movieron hasta Colón según cuenta la leyendo escapando de una venganza.

Isidro Rivera es por una parte un hombre religioso, devoto de San Isidro Labrador. Santo al que le rinde culto cada 14 de mayo sin falta.

Pero Don Cachiro Rivera tuvo siempre su lado oscuro. Y además de ser conocido por su amor al San Isidro, también se le conoce por ser un devoto ladrón de ganado.

La historia de los Cachiros está llena de anécdotas y la primera relata de dónde le nació el gustito a don Isidro por el ganado ajeno.

Cuenta la historia que un buen día se le antojo tener la novilla de su vecino y sin más ni más se la robó.

Las dos propiedades colindaban y un día una novilla de don Manuel desapareció. La buscó por toda su finca hasta que la divisó entre el ganado de don Cachiro. Don Manuel la fue a reclamar.

“¿Cuál novilla?”, preguntó muy serio don Cachiro.

“Aquella, compadre”, señaló el vecino.

“No, compadre, se equivoca, esa novilla es muy mía», se mantuvo firme el devoto de San Isidro.

«Si la quiere, ofrézcame una cantidad para que comencemos el trato”, propuso descaradamente el Cachiro mayor.

Don Manuel decidió presentar la denuncia ante el juez de paz, quien se apersonó en la finca de don Cachiro.

El juez de paz propuso que cada señor llamara a la novilla como solución al problema, dando de contado que el animal iría a la mano conocida.

Dicho y hecho, la novilla ignoró el llamado del Cachiro y se fue con su verdadero dueño.

Pero día después la novilla volvería a desaparecer, esta vez para siempre.

Del ganado a la marihuana

Aunque el robo de ganado continuó por años, la ganancia no era suficiente para los Cachiro.

Para finales de los ochenta, el patriarca Isidro Rivera Cardona ya trabajaba de la mano de sus tres hijos, Devis, Javier y el menor Isidro. Y ya habían comenzado a sembrar marihuana por aquellas fechas en los cerros de Colón.

Fue traficando esta marihuana que los hermanos Cachiro iniciaron su Imperio de drogas.

Así pues, los hermanos Rivera Maradiaga empezaron a distribuir marihuana en el corredor de la zona del Aguán hasta San Pedro Sula.

Poco a poco las rutas se fueron abriendo hasta mover droga a la frontera con Guatemala, pasando por occidente en Santa Bárbara y Copán. En occidente los Cachiro fueron entablando relación y alianzas con ganaderos de esa región. Primero moviendo y vendiendo ahí ganado robado de Colón y Olancho, luego haciendo lo mismo con droga.

Luego fueron haciendo conexiones con ganaderos del departamento de Izabal en Guatemala, y así fue moviéndose el ganado robado y la marihuana que sembraban y distribuían los Cachiro.

Así inició el negocio. Pero fue con la cocaína proveniente de Colombia que inició el imperio.

Colombia

Cuando aparecen los Cachiro, las relaciones de los capos colombianos ya estaban bien establecidas con otros narcotraficantes hondureños. Por lo que debieron empezar desde abajo.

Así es que hacen la conexión con el cartel del Atlántico, los encargados de recibir la droga colombiana en la Mosquitia y de moverla por el corredor ya mencionado de Colón, el Aguán, hasta San Pedro Sula y Occidente.

También se utilizaba otro corredor desde la Mosquitia hasta Olancho y Francisco Morazán desde ahí. La cocaína seguiría estos rumbos hasta llegar a las fronteras con El Salvador y Guatemala.

Para el año 2000, los Cachiro ya estaban bien conectados en el negocio y Javier Rivera Maradiaga ya era el segundo al mando en el cartel del Atlántico con la colaboración de su hermano Devis Leonel.

Una vez en ese puesto, solo quedaba la disputa por el primer lugar. La que, como siempre en el narcotráfico, dejaría muchos muertos.

 

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