El día martes de la semana en curso trascendió en las redes sociales y posteriormente en los medios de comunicación del país un video en el que se puede ver cómo varios estudiantes de la Universidad Nacional de Agricultura son atropellados por una retroexcavadora.
Los estudiantes protestan y se han tomado las instalaciones porque sencillamente se hartaron de la administración -o falta de ella- del rector Marlon Escoto.
A lo largo de la historia de la humanidad, los pueblos han manifestado su oposición al establishment mediante protestas. Eso es perfectamente normal, protestar es un derecho que tenemos.
Lo que no es nada normal es que en Honduras te atropellen con una retroexcavadora por hacerlo.
Si un tanque, una máquina diseñada para matar en masa se pudo detener en la Plaza Tiananmen en Beijing, China, para no aplastar a un hombre. ¿Por qué acá no importa?
¿Qué tal si este soldado hubiese apuñalado con su bayoneta a esta mujer que protestaba por la guerra de Vietnam?
Esta mujer se mantiene firme ante la embestida de varios oficiales en una reciente protesta contra asesinatos de negros a manos de policías blancos en los Estados Unidos.
¿Qué pasaría con estas personas si realizaran estos actos en la presente situación de nuestro país?
Nada bueno les pasaría en Honduras, el país en donde se atropellan a estudiantes que se agarran de las manos, que piden que les escuchen y nada más que eso.