En el Valle de Sula, Choloma y Distrito Central
Los “toques de queda” decretados por la presidenta Xiomara Castro para contrarrestar la extorsión y delitos conexos en las llamadas “zonas calientes” del país, comenzarán a partir de mañana en Choloma, el Valle de Sula y el Distrito Central, de acuerdo al plan inicial de la Policía Nacional.
En Consejo de Ministros del fin de semana, la mandataria aprobó el estado de excepción en estos lugares como un parte de un plan de seguridad lanzado hace dos semanas con el fin reducir los índices de criminalidad a cargo de las maras y pandillas, especialmente la 13 y 18.
En las próximas horas, las autoridades policiales presentarán en detalle el funcionamiento de estos “toques de queda” pero lo más seguro, según los especialistas, es que se suspenda la circulación de personas a partir de cierta de hora de la noche.
Recientemente, el alto mando de la Policían Nacional presidenta Castro una lista de las ciudades, barrios y colonias para aplicar el estado de expcepción comenzando por el Distrito Central (Tegucigalpa y Comayagüela) Choloma, y el Valle de Sula, que comprende las ciudades de San Pedro Sula y La Lima.
Todos estos territorios están en poder de las maras 13 y 18 al punto que la misma policía los denomina “tierra de nadie”, ya que ni ellos pueden entrar. Mientras la mara 13 se encarga de vender droga, la 18 está dedicada al cobro de la extorsión, de acuerdo a las informaciones de la policía y las denuncias de los mismos ciudadanos y comerciantes, víctimas de este accionar delictivo.
Es común escuchar decir a los mismos vecinos de estas colonias cuál lugar pertenece a la 18 o de la 13 y son estos grupos los que, a su vez, controlan el diario vivir de la gente, comenzando por decidir quién entra o salen, incluyendo a la policía, por temor a represalias.
En la capital, por ejemplo, se sabe que la mara 18 tiene presencia en colonias y barrios populosos como Villadela, La Peña, Nueva Esperanza, Los Pinos, Flor del Campo, Las Pavas, El Lolo, 14 de Marzo, Alemania, Villa Cristina, entre otras. En San Pedro Sula, en cambio, este grupo delictivo domina sectores como La Planeta, Cabañas, Brisas del Merendón, Jardines del Valle, Chamelecón y Rivera Hernández.
La Mara Salvatrucha, por su parte, tiene el control de amplias zonas en Tegucigalpa y Comayagüela como la 21 de Febrero, Villanueva, Kennedy, Reynel Fúnez, Río Abajo, mercados San Isidro, Zonal Belén, Colón y las Américas, Villa Vieja, La Sosa, Suyapa, San Miguel, Travesía, Cerro Grande, San Felipe y Loarque. En San Pedro controlan Losmas del Carmen, Barandillas, Cabañas, El Benque, Medina, Sunsery y Confradía.
En las zonas controladas por la mara 18, el día a día de estos pobladores está determinado por el llamado “impuesto de guerra”, es decir, un pago para poder vivir u operar su negocio tranquilamente. Semanal o mensualmente estos grupos envían a sus representantes a recoger el “encargo”, que las víctimas entregan en sobres sellados y hasta en depósitos a las diferentes billeteras electrónicas que operan en el país.
La práctica extorsiva se extiende a todo el país causándole un daño a la economía y en el peor de los casos desplazamientos y muerte cuando las personas se niegan a pagarlo. El transporte urbano, los mercaditos y cualquier otro negocio de mediano movimiento están pagando este “impuesto de guerra”.
De acuerdo a informes de organizaciones no gubernamentales que analizan el fenómeno, la extorsión recauda anualmente más de 18 mil millones de lempiras en el país y provoca cientos de muertes y centenares de familias desplazadas. Se presume que detrás de este delito están confabulados policías, militares y políticos, lo que hacen más complejo erradicarlo, según estos informes.
En el caso de la mara Salvatrucha o 13 el “modus operandi” está relacionado a le vanta de droga. Ellos no cobran impuestos de guerra pero sí obligan a los negocios concurridos a permitir la venta. De este modo, cientos de comercios de las ciudades principales son al mismo tiempo lugares de distribución bajo la protección de la misma mara de los demás grupos antisociales que llegan a invadir su territorio.